Un gran útero es lo que vemos, una forma de representar ese lugar de sueños y vivencias antes de nacer. Un cuerpo y el mapa de un río junto a objetos de nuestra vida cotidiana. La muestra de Klaudia Kemper está sostenida desde una profunda reflexión sobre el lugar del que venimos, y a la vez, un lugar al cual honrar y proteger. Lo hace desde una mirada ecofeminista que se centra en la sostenibilidad y vulnerabilidad de la vida que es una perspectiva diferente a la mirada occidental convencional que separa la humanidad de la naturaleza y los cuerpos.

El mapa de un río puede reflejar justamente esos movimientos subjetivos que hacemos y que no tienen un único caudal. Son una mezcla indeterminada de seres que conviven en lo acuoso. Tal como los recuerdos poco claros de nuestra existencia antes de nacer en las aguas uterinas.

Ailton Krenak, filósofo indígena brasileño, cuenta que muchas narrativas indígenas sobre el origen de la vida hablan de memorias de cuando éramos peces. Todxs fuimos algo antes de imaginarnos ser personas. Y en aquella reflexión hay un gran llamado a pensar juntxs como seguir protegiendo La Tierra, lugar que nos ha dado la vida y nos la brinda cotidianamente. Muy cercana también a la noción de lo materno no binario de muchas narrativas antiguas.

En la exposición de Klaudia hay un interés por pensar cómo hacer posibles nuestras vidas en un planeta que se extingue. El río Amazonas es muy fuerte pero también vulnerable a la contaminación. Hay un juego pendular entre la fuerza de la Tierra y la fragilidad de la vida. Lo nuevo, lo antiguo, lo profundo, lo acuoso, aquellas que cuidan, quienes han cuidado, y quienes nos han cuidado. El bello homenaje que hace la artista al cuidado hacia su madre antes de morir y el cuidado que ella recibió para estar aquí hoy, es sin duda un recuerdo de ese momento en que fuimos peces, cuando soñamos con la vida más allá y esperamos que alguien haya dispuesto todo para nuestra llegada. Un río de posibilidades y agua fértil que permitan la sostenibilidad de la vida.